miércoles, 13 de febrero de 2013


 

Histórias de no amor… o.. quién sabe

 

Ana y Andrés

Ana es abogada, trabaja en una empresa donde su cargo de abogada es suplantado por algo “como que fuese así”. Está frustrada, no por su cargo, si no porqué pasó años de su vida estudiando algo que ni puede tomarlo como viene. Está frustrada pero tampoco es eso.

Es Andrés, bancario. Llevan 10 años de noviazgo, ella le perdonó las 50 infidelidades y así y todo él no toma la decisión de llamarla a que se vayan a vivir juntos.

Ana le revisa el Hotmail, el celu, los bolsillos. Todos los días. Lo que le duele a Ana es que no toma esa decisión. Ana espera.

Todos a su alrededor están entusiasmados, les encanta esa pareja. Son perfectos.  Están enamorados.

Andrés hace chistes, Ana se ríe.  Se ríe, lo agarra del brazo roza sus dedos sobre su piel. Le toca el pelo.

-          Andrés es bueno. Eso dice Ana, se dice una y otra vez.

-          Tiene miedo de pedírmelo y que le diga que no. – Ana lo revive mentalmente con ojos saltones.


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Dani y Cacho

 

Dani es un minón de parar la parada gay. Cacho es un cachito de alguien.

Los ves y es inevitable no pensar lo desparejo que son. Es inevitable, siendo hombre, no pensar “Qué hace Dani con ese chico”… tampoco es que Cacho tenga plata como para empezar a describir lo interesada que es Dani. No.  Ambos trabajan en la misma empresa de seguros. Dani de hecho tiene un cargo un poquito mejor.

Además de ser visualmente un placer para los ojos, es también una mujer que te llena el alma. Te obnubila en segundos. Por donde va la halagan, tan llamativa es que le dicen de todo, le escriben, le masajean el ego. Ella se ríe. Se cree.

La única persona que no se esfuerza lo más mínimo para sacarle una sonrisa que sea es Cacho. Y  a Dani le duele.

Ella pensaba que  no lo hacía  debido a su carácter tan timidón.

Pasaron años, hasta que se dio cuenta que no, que simplemente ella a él no lo maravillaba, no lo apasionaba, él no la veía como  los demás.

Se sentía menos, se sentía menos en su casa, le invadía una inseguridad constante, no se sentía amada, ni admirada. Cacho no le prestaba atención, no le daba bola, no le contaba cosas de la vida, no la hacía reír.

Se miró al espejo y se vio fea. Pensaba en la gran farsa mundana, gente que lo único que hacen es diplomacia y relaciones interpersonales y llegó a la conclusión de que todos mentían menos Cacho. Era fea y Cacho la quería por  su interior. 

Cacho mató a una bella mujer. …