lunes, 8 de julio de 2013



Historias de No amor... o... quién sabe...

Freddy y Bia

Se conocen hace años. De la época en que la plata era escasa. De la época en que iban al mismo gym, que pasaban horas charlando, que se juntaban para hacer la nada y se sentía un enorme placer.
En aquella época Bia tenía perfil bajo, empleada administrativa, mirada furtiva pero sumamente interesante. Ojos golosos. Boquita de corazón.
Freddy  más canchero, gerente de una tienda de revistas, siempre risueño, siempre jodón, lindo, altanero, fresco. Una delicia.
Cada vez que veía a Bia, sentía unas ganas incontrolables de besar aquella boquita. Lo hacía. Bia se dejaba.

La relación que tuvieron se basó en esos besos, no tan apasionados pero mesurados, cohibidos y atrevidos, como si al momento del encuentro les llegara una especie de besitis.  
Freddy soñaba con ella, pero no había lujuria exacerbada en su imaginación. Era solo ese besito. 
Un día manejaba por una ruta bonita cerca de las plantaciones de maíz y la vio que iba caminando despacito. Frenó se bajó la besó y siguió su camino. 
Una noche la cruza en una disco, la agarra, la besa y se va. Era una besitis crónica.
Hasta que... decidió mudarse. Se fue a la capital a estudiar. La dejó a Bia y a su boquita de corazón.
Siguieron el contacto por un tiempo porque eran adorables esas charlas y ese tiempo compartido.
Hasta que... Bia tuvo novio.


Perdieron el rastro por muchos años.
...
Se encontraron en el verano en la ciudad de origen. Sus orígenes. 
Freddy estaba igual que siempre, más maduro y mucho  más interesante.
Bia estaba diferente. Bia estaba mejor, Bia estaba increíble. Era difícil encontrar las palabras exactas para la Bia de ahora.
Fueron a cenar a un reconocido restaurant y mientras Bia rozaba la copa de vino con las yemas de sus largos y finos dedos, Freddy la miraba y no podía dejar de sonreír. Estaba feliz.
Bia estaba seria, sexy, irresistible...Rápida toma de una lo que queda de vino, lo mira con desdén y le dice:
_ Fuiste el primer hombre que amé en mi vida. 
Se levantó, pidió la cuenta, pagó y jamás, jamás volvieron a cruzar siquiera una línea de mail.