martes, 25 de octubre de 2016



Salí temprano, tomé el tren.
A esa hora no había mucha gente e iba sentada en la ventanilla del lado opuesto mirando el paisaje de San Martin,
Las caras largas, la gente que casi no baja, pero sube y sube, caras largas, cansancio, duda, miedo.
"llegando tarde de  nuevo" "no llego con la materia" "no llega" "no llego"
Pasamos Miguelete, encaramos hacia  Pueyrredón y cuando va llegando el tren a la estación, de mi lado se puede ver la placita muy prolija con veredas de piedritas limpias, árboles, bancos,  todo muy ordenadito casi como si fuese una maqueta. La casita del o de la responsable del orden en ese sitio y al costado de la misma, en un pasillito, con la escoba, una rata barría plácidamente la veredita. Era alta y muy flaca, debía tener 1.80 más o menos, vestía camisa estampada y pantalón beige. 

Fijamente la miré el tiempo que duró el tren en Pueyrredón, como barría y barría...
“Querida, encuentra lo que amas y deja que te mate. Deja que consuma de ti tu todo. Deja que se adhiera a tu espalda y te agobie hasta la eventual nada. Deja que te mate, y deja que devore tus restos.
Porque de todas las cosas que te matarán, lenta o rápidamente, es mucho mejor ser asesinado por un amante.”
—Falsamente tuyo, Charles Bukowski.