viernes, 17 de mayo de 2013


Era la propia reina roja, inescrupulosa y desmedida. Podía sacar su corazón del pecho y apretarlo fuerte entre los dedos. Guardarlo en una caja y gritarle al mundo que cabezas deberían ser cortadas.
Podía decepar cuantas quería. Y del filo relucente lamer la sangre y sentirla dulce deseando tomar una copa. La maldad trasbordaba exitación carnívora, se perdía en una orgía delincuente dónde ya todos no se reconocían, nadie se reconocía... deseaba el vacío en el pecho y la sangre en la lengua.
Con asombro todos miraban la manera que tenía de deliciarse con su colección de cabezas, podían vizualizar la locura magnanime que su pecho vacío provocaba, todos temían y se atrapaban, todos temían, era la figura de la hipnosis afrodisiaca. Deseaban darle la cabeza y quedarse con sus corazones.
_Reina, hazme tu cabeza.